Por Astrid Gómez Peralta
La Universidad de La Salle, que nace del corazón de Juan Bautista de la Salle, quien fue el primero que organizó centros de formación de maestros, escuelas de aprendizaje para delincuentes, escuelas técnicas, escuelas secundarias de idiomas modernos, artes y ciencias, ha de ser referente significativo para los académicos que pisen sus aulas. Jóvenes con un sentir razonado y conciente por la identificación plena de sus saberes con el toque de la sensibilidad y compromiso social. Hoy Colombia reclama a gritos la presencia y actuar de ciudadanos preparados para asumir los retos que el sistema presenta con aparentes propuestas paliativas que lo único prometedor es la creciente oledada de mas desgraciados sociales o desperdicios humanos por culpa de un silenciamiento complice que permite la muerte constante de los hijos de Dios, de los hijos de la patria o sencillamente aquellos sin nombre porque su identidad no se registra en una cuenta bancaria.
Es allí en ese contexto donde el Lasallista debe estar presente y ser identificado no sólo por su cartón, por su anillo de grado, sino por su postura crítica, definida, coherente y propositiva. Lasallistas que dejen en alto el buen nombre de su Universidad, el vientre que los engendró en el conocimiento, en la ciencia y el progreso. Jóvenes profesionales que reten su propia existencia al cambio, al no acomodamiento y menos aún al sometimiento o enajenación en una estructura axficiante. Jóvenes lasallistas que hagan de la sociedad colombiana un especio propicio para germinar la paz, la armonía y la dignidad en los espacios micro y macro, hasta abarcar la totalidad.
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